miércoles, 29 de julio de 2009

Con corazón de arqueólogo










Ha sido muy difícil acompañar al grupo de jóvenes arqueólogos y antropólogos a partir de los momentos críticos vividos en los últimos días. Tuve la oportunidad de charlar con ellos, de acercarme a sus vidas y escuchar la pasión que les genera su trabajo; sin duda un trabajo emocionante y loable. Se necesita valor para ser arqueólogo, no solo por los riesgos que se corren en el trabajo, los bajos salarios y las inexistentes prestaciones, sino también por el dolor que causan los momentos de inconsciencia y falta de tolerancia de funcionarios públicos y vecinos que movidos por el egoísmo y la ignorancia restan valor a los hallazgos.
¿Qué estaría pensando usted Eduardo Merlo cuando dijo que el pasado no puede privilegiarse ante la modernidad? ¿y cuando simplemente se olvido de las horas bajo el sol que tal vez, alguna vez vivió , emocionado, sucio pero lleno de esperanzas de encontrar un hallazgo, un vestigio que permitiera armar ese extraordinario rompecabezas que es nuestra historia? ¿Acaso nuestros ancestros no merecen ser escuchados a través de la voz que las investigaciones arrojan? ¿Acaso usted señor Merlo se ha olvidado del oficio del arqueólogo? ¿Es que las horas de oficina han destruido el espíritu del investigados, que a riesgo de lo que sea sigue adelante? ese es el espíritu que movió a los jóvenes arqueólogos, con sus miradas fijas en el subsuelo y su voluntad férrea cada minuto de su quehacer. Y ese sentir y pensar de un grito silencioso en un “y sin embargo se mueve”, a pesar del silencio en que ahogaron sus llantos de impotencia de dolor y de frustración. Debió estar ahí señor Merlo, para decirnos mientras la tierra y las maquinas destruían nuestro pasado “la obra debe seguir”… pero si la historia lo ha de juzgar este será el comienzo, uno profundamente doloroso, pues arrancó de un tajo una de las hojas de la historia de Cholula, y técnicamente lo arrojó por el caño.
Queridos amigos arqueólogos, mi admiración y mí apoyo.