jueves, 17 de diciembre de 2009

El espacio y los imaginarios del lugar personal: imágenes de Diciembre



























Estos días de vacaciones me han permitido salir de la rutina de trabajo para dedicarme un poco a mí y a la gente que quiero. El día de ayer asistí a un evento en el Complejo Cultural Universitario. Mientras esperábamos el inicio del evento (un concierto de música celta), una de mis compañeras y amigas de Colpos, Rosy, me llevo a conocer el CCU. El hermoso ambiente entre luces, fuentes y espacios abiertos y enormes eran el escenario para una plática profunda sobre temas personales; hablábamos de nuestras vidas, de nuestras parejas, de nuestro trabajo académico. La compañía de Rosy era gratificante y en cierta forma la sentía refrescante, pues últimamente me he dedicado a mi trabajo académico y aquellos momentos de esparcimiento me hacían sentir de maravilla. De pronto me topé de frente con una presencia no grata, todo el ambiente por un instante se transformo al ver un gesto de desagrado en la cara de aquel hombre mayor. Cuando nos alejamos para ir a la cafetería el instante volvió a ser fresco, cómodo, muy acogedor.


La tarde de hoy quedé de verme con Luis para tomar algunas fotografías de los hermosos atardeceres de diciembre. Mientras esperaba la llegada de Luis, quien venía de un lugar cercano a Tonanzintla, las luces y el atardecer comenzaron a bañar el árbol navideño y el nacimiento colocados en la Plaza. Habría sido un momento perfecto de no haber visto a lo lejos a la misma persona a quien le soy desagradable y su pareja caminando por la calle, noté su actitud bastante despectiva al toparse conmigo. En ese momento entendí que a veces, el espacio al convertirse en lugar ( es decir al adquirir significado), puede ser interpretado como “territorio simbólico”, lamentablemente para este señor mayor, su espacio simbólico “territorio” está en sus imaginarios en el mismo sitio que mi espacio “lugar de trabajo”, así que como no estamos en la época medieval y no podemos jugarnos a duelo el territorio, no le quedó más remedio que caminar en una circunferencia de 50 metros para no tener que experimentar el desagradable momento de atravesar mi espacio “territorio simbólico”. Ahí está lo divertido, rodeó el área donde me encontraba tomando fotografías por varios metros. El y su pareja tuvieron que esquivar mi presencia; una presencia “tan poderosa” que hace sentir invasión en el lugar de otros. El resto de la gente, ajena a la situación Vivian el espacio dándole distintos significados relacionados a su propia experiencia.

Afortunadamente el incidente solo duró minutos. Instantes después de que el hombre mayor se alejará con su pareja, llegó Luis sonriente hasta donde me encontraba captando la belleza del atardecer con mi cámara. Una actitud cálida, cariñosa y amable borró la desagradable presencia anterior. Entonces el lugar se transformó, de un espacio territorio invasivo e invadido en un lugar pacifico, agradable, y tranquilo. Fue entonces que las luces del atardecer dieron paso al anochecer y la cámara siguió campando los momentos. Es increíble como la presencia de ciertas personas influye en nuestra percepción del espacio. Mi presencia propicio la creación de un territorio simbólico, el espacio vital de aquel anciano fue perturbado al encontrarme yo ahí; y luego con otra persona, el espacio se convierte en un lugar adecuado para la comunicación y la fraternidad.

Los espacios en sí mismos no tendrían significado; es la experiencia humana la que les dota de un determinado carácter. Y como bien dice el dicho “no soy monedita de oro”, no puedo caer bien a todos, pero aquel hombre me permitió entender una gran lección, en ese sentido fue una experiencia interesante, la forma en que de manera muy personal convertimos el espacio en lugar. A continuación muestro las hermosas fotografías de este territorio imaginado.