En días pasados recibí una serie de elogios por algunas fotografías tomadas a diversas comunidades durante los viajes de estudio del posgrado; dichos halagos provienen de personas que no conocen de fotografía. Nunca me he dedicado de manera profesional a la fotografía y la necesidad de incursionar en esta actividad proviene de tener que ilustrar mis tareas escolares. Sin embargo, y debido a que la etnografía se auxilia de la fotografía para registrar y analizar fenómenos sociales, me parece interesante analizar las propuestas de fotógrafos profesionales que en alguna medida, me han servido de ejemplo en relación a lo que se debe y no se debe hacer. Comenzaré por el maestro John O´Leary. Hace cinco años durante las festividades en el Barrio de Santiago conocí al antropólogo O´Leary, poco después pude observar su obra, la cual considero un excelente acopio de material etnográfico. Al observar su trabajo es imposible distinguir la línea que separa el el arte de la ciencia. Con base en años de experiencia y la sensibilidad que aportan el conocimiento antropológico y una exquisita estética, O´Leary cuenta la historia de Cholula a través de sus actores: fiestas, rituales sagrados, momentos de la vida cotidiana y la reproducción cultural que se asocia a lo cotidiano son parte de su legado. Es una lástima que el maestro O´Leary no cuente con un blog o página web para mostrar su obra.
Víctor Blanco es un joven antropólogo quien a través de matices y fiesta de color capta los detalles de la vida cotidiana. Su obra es una verdadera fiesta de luces que sirve de escenario a la participación de actores de los cuales puede captar emociones muy intimas. Sin un tema en particular, o bien a través del tema de la vida en todas sus facetas, -e incluso de la muerte-, Víctor Blanco se convierte en el antropólogo tras la cámara, o en la mirada antropológica que se convierte en arte.
Otro de los fotógrafos que en su momento influyó en mi trabajo es el seños José Zamora Romero. Sin contar con estudios universitarios, y con apenas algunos estudios técnicos (como consta en su CV, en su página de internet: http://www.josezamorafoto.com/curriculum.html ), José Zamora muestra su sensibilidad y excelente percepción visual. Su obra no tiene el sustento teórico de la antropología, por lo que, a diferencia de O´Leary y Blanco, quienes cuentan con el sustento teórico de una basta preparación antropológica, y por tanto una firme preparación académica, Zamora es un fotógrafo que incursiona en la etnografía, sin tener idea clara de este hecho. Gracias al apoyo de reconocidos investigadores del área de la arqueología, ha podido destacar como fotógrafo en el medio antropológico. Sin embargo, no se puede evitar observar que, al realizar carteles, catálogos, y publicidad en general, su trabajo artístico se devalúa, y si bien cuenta con algunos carteles que son bellos, otros son meros encargos que cumplen con la técnica. Este punto puede ser muy discutible, ya que hay quienes aseguran que la publicidad es arte popular, pero en el trabajo multifacético de Zamora hay poco de arte y mucho de comercio. Es entonces cuando el fotógrafo separa el trabajo artístico, de los “encargos”: dinero por calidad fotográfica. Fotografías comerciales, obras baratas faltas de espíritu. Veo en Zamora un “buen ojo” para captar emociones humanas y juegos de luces, momentos ideales, pero también la prisa, la tendencia a “cumplir con el pedido”, vender la mirada.
Mi trabajo no es artístico, es etnográfico, por tanto debo ser humilde al enfatizar que mi fotografía es mala y no cumple el objetivo de convertirse en arte, si no en ser testimonio científico, en herramienta para explicar y exponer realidades. Dejo entonces los elogios para los verdaderos fotógrafos, muchos de los cuales ni siquiera he mencionado y que merecen un escrito aparte, como el afamado artista Raúl Gil. Y antes de terminar reitero mi admiración y agradecimiento a los expertos que han servido de ejemplo a mi intento fallido por hacer fotografía.
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