Vivir en el D.F. es muy diferente a vivir en Cholula. Cada vez que estoy en la gran ciudad me parece que mi individualidad se funde entre las masas. –Aquí no eres nadie- me decía una vez mi primo-cuñado. Si bien la ciudad de México parece un monstruo al cual cuesta trabajo tan solo entender, entrar en ella es como entrar a otra dimensión, es interesante, y llena de contrastes. Apartándome de las cosas personales que debía hacer, en pareja hemos recorrido el centro histórico en auto para tomar algunas fotografías “detalles” del monstruo.
Las fotografías han sido editadas, transformadas, para crear escenas de una ciudad alucinante, donde ser uno es ser nadie. Aquí en Cholula, en cambio, la persona es, se es un ser individual. Nadie desconoce quién es o quienes pertenecen a ciertas familias, quien vive en que barrió. Aquí en Cholula se es y se vive como parte de una comunidad con seres reconocibles y también individuales. En el D.F. cada persona es tan solo parte de las masas.
Debido a mi relación de pareja y al compromiso laboral de él, hemos decidido dividir nuestro tiempo entre estos dos mundos. Esta condición me hace vivir el contraste de una ciudad pequeña, tradicional y llena de encanto, en comparación a una de las metrópolis más grandes del mundo.
Me llama la atención que para los defeños, mal llamados “chilangos”, vivir en nuestra amada Cholula es un lujo, un sueño, un objetivo de vejez. Para nosotros habitantes de estas tierras sagradas es nuestra cotidianidad.
Las fotografías han sido editadas, transformadas, para crear escenas de una ciudad alucinante, donde ser uno es ser nadie. Aquí en Cholula, en cambio, la persona es, se es un ser individual. Nadie desconoce quién es o quienes pertenecen a ciertas familias, quien vive en que barrió. Aquí en Cholula se es y se vive como parte de una comunidad con seres reconocibles y también individuales. En el D.F. cada persona es tan solo parte de las masas.
Debido a mi relación de pareja y al compromiso laboral de él, hemos decidido dividir nuestro tiempo entre estos dos mundos. Esta condición me hace vivir el contraste de una ciudad pequeña, tradicional y llena de encanto, en comparación a una de las metrópolis más grandes del mundo.
Me llama la atención que para los defeños, mal llamados “chilangos”, vivir en nuestra amada Cholula es un lujo, un sueño, un objetivo de vejez. Para nosotros habitantes de estas tierras sagradas es nuestra cotidianidad.
Fotografías: Isabel Muñiz Montero
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