miércoles, 20 de mayo de 2009

Fragmentos de la Obra de Carlos Castaneda










Uno de los primeros libros que leí fue “viaje a Ixtlan” de Carlos Castaneda, posteriormente leí la mayoría de sus obras. Por ello, para mi Cholula y sus luces y colores son un mundo mágico tan real como el que describe Carlos Castaneda al lado de su maestro yaqui Don Juan. Sin duda, “viaje a Ixtlan” es uno de los libros más hermosos que he leído y hoy que recuerdo a este autor quiero compartir algunas imágenes que he captado en fotografía y algunas muestras del pensamiento de este famoso novelista y antropólogo.

Ya me di al poder que a mi destino rige. No me agarro ya de nada, para así no tener nada que defender. No tengo pensamientos, para así poder ver. No temo ya a nada, para así poder acordarme de mí (...)" [El Don del Aguila, pag. 172]

"... Hablar solamente de nosotros nos impide ser conscientes del flujo de la energía. Hay que forzar el estado de silencio interno. ..."
La primera verdad sobre la conciencia es que el mundo alrededor de nosotros realmente no es tal como pensamos en él. Nosotros pensamos que es un mundo de objetos, pero no lo es.
El significado de la existencia de todos los seres es el crecimiento de la conciencia.
Todos caen en el error que ver se hace con los ojos.
Ver no es hecho de los ojos. Ver es la alineación. La alineación de emanaciones, realizada normalmente, es la percepción del mundo diario, pero la alineación de emanaciones, que nunca se usan ordinariamente, es ver. Cuando tal alineación tiene lugar, uno ve. Por consiguiente, ver es resultado de la alineación extraordinario.

El truco de la conciencia es permitir unirse las emanaciones fijadas (externas) con las que están dentro de nosotros. Los videntes creen que si permitimos eso pasar, nos convirtiéramos en lo que nosotros realmente somos: en fluidos, siempre en el movimiento, eternos.

La recomendación para los guerreros es no tener ninguna cosa material en la que su poder puede ser enfocado. Hay que enfocarlo en el Espíritu, en el verdadero vuelo a lo desconocido.

Los europeos tratan sus cuerpos como si ellos fuesen los objetos. Los llenamos de alcohol, comida mala y ansiedad. Cuando algo desagradable pasa, creemos que el cuerpo fue atacado por los microbios. Don Juan no piensa de esta manera. Para él una enfermedad es la discordancia entre el hombre y el mundo.
Nos encontramos estrechamente relacionados con todo lo viviente. Algo cambia cada vez, cuando nosotros dañamos la vida vegetal o animal intencionalmente.
Nos sentimos tan importantes y nos tomamos tan en serio que olvidamos que este mundo es un gran misterio que puede enseñarnos si nosotros lo escuchamos.

Sin los enemigos somos nada. Tener enemigos, vivir con el conocimiento de la calamidad, del infortunio es una de las formas de nuestra existencia. Tenemos que librarnos de esa forma, pero esto puede tomar tiempo. Primero, uno tiene que convertirse en un luchador. Éste es nuestro primer nivel.

Mi libertad depende de mi existencia impecable; sólo así yo puedo cambiar mi destino y dejar este mundo completamente.

Ni tecnología, ni gobierno puede cambiar este mundo en suficiente grado para satisfacer las necesidades de las personas que entienden, al fin de cuentas, que ellos van a morir. El nuevo misticismo declara que a la Iluminación debe darse la prioridad comparando con los proyectos de cambios sociales.

El poder reside en el tipo de conocimiento que uno posee. ¿Quésentido tiene conocer cosas inútiles? Eso no nos prepara para nuestroinevitable encuentro con lo desconocido.

Nada en este mundo es un regalo. Lo que ha de aprenderse debeaprenderse arduamente.

Un hombre va al conocimiento como va a la guerra: bien despierto, conmiedo, con respeto y con absoluta confianza. Ir de cualquier otraforma al conocimiento o a la guerra es un error, y quien lo cometapuede correr el riesgo de no sobrevivir para lamentarlo.Cuando un hombre ha cumplido estos cuatro requisitos estar biendespierto, y tener miedo, respeto y absoluta confianza no hayerrores por los que deba rendir cuentas; en tales condiciones, susacciones pierden la torpeza de las acciones de un necio. Si un hombreasí fracasa o sufre una derrota, no habrá perdido más que unabatalla, y eso no le provocará lamentaciones lastimosas.

Ocuparse demasiado de uno mismo produce una terrible fatiga. Unhombre en esa posición está ciego y sordo a todo lo demás. La fatigamisma le impide ver las maravillas que lo rodean.
Cada vez que un hombre se propone aprender tiene que esforzarse comoel que más, y los limites de su aprendizaje están determinados por supropia naturaleza. Por tanto, no tiene sentido hablar delconocimiento.

El miedo al conocimiento es natural; todos loexperimentamos, y no podemos hacer nada al respecto. Pero por temibleque sea el aprendizaje, es más terrible la idea de un hombre sinconocimiento.

Cualquier cosa es un camino entre un millón de caminos. Por tanto, unguerrero siempre debe tener presente que un camino es sólo un camino;si siente que no debería seguirlo, no debe permanecer en él bajoninguna circunstancia. Su decisión de mantenerse en ese camino o deabandonarlo debe estar libre de miedo o ambición. Debe observar cadacamino de cerca y de manera deliberada. Y hay una pregunta que unguerrero tiene que hacerse, obligatoriamente: ¿Tiene corazón estecamino?
Todos los caminos son lo mismo: no llevan a ninguna parte. Sinembargo, un camino sin corazón nunca es agradable. En cambio, uncamino con corazón resulta sencillo: a un guerrero no le cuestatomarle gusto; el viaje se hace gozoso; mientras un hombre lo sigue,es uno con él.

Existe un mundo de felicidad donde no hay diferencia entre las cosasporque en él no hay nadie que pregunte por las diferencias. Pero éseno es el mundo de los hombres. Algunos hombres tienen la arroganciade creer que viven en dos mundos, pero eso es pura arrogancia. Hay unúnico mundo para nosotros. Somos hombres, y debemos transitar conalegría el mundo de los hombres.

El hombre tiene cuatro enemigos naturales: el miedo, la claridad, elpoder y la vejez. El miedo, la claridad y el poder pueden superarse,pero no la vejez. Su efecto puede ser pospuesto, pero nunca vencido.

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