Con cariño, para Luis que comprende perfectamente que significa trabajar el cerebro a marcha forzada. También para Florecita en su cumpleaños, ambos parte de este mundo académico, excelentes estudiantes de posgrado, doctorado y maestría respectivamente.
Termina un día difícil, un día entero frente a la computadora escribiendo y concluyendo dos trabajos de tipo científico, el primero un trabajo que pretendo presentar en un congreso de antropología social el próximo año, el segundo un ensayo para un concurso institucional. Más de doce horas escribiendo, leyendo, analizando, dando formato a un trabajo, implica un esfuerzo mental exhaustivo. Minuto a minuto las líneas de una forma de analizar y describir una realidad-problema se van configurando. A veces el trabajo académico es emocionante, como escribir poesía o la letra de una canción de protesta; en otro momento es como andar en bicicleta de montaña cumbre arriba, implica esfuerzo y “pedalear” con el cerebro; en algún instante la mente se nubla y la mas mínima escusa para dejar la computadora –ir al baño, comer algo, tomar un vaso de agua, abrirle al perrito la puerta-, es reconfortante.
Desde mi escritorio, colocado estratégicamente a un lado de una gran ventana en un segundo piso, observo el amanecer a eso de las seis de la mañana y el atardecer des de las cinco treinta de la tarde. En días como este el tiempo pasa de una forma diferente. La vida del académico tiene sus privilegios, no en el sentido económico, si en la forma de percibir el mundo. Desde mi escritorio el mundo se ve distinto, y sin embargo, de pronto, al terminar, una sensación de soledad me invade. Estar con uno mismo por horas puede ser difícil, sobretodo cuando se compite con las propias ideas, cuando se discute con autores cuyos rostros no se observan y a veces ni siquiera se conocen. Pero es la vida que elegí, solitaria en momentos de “trabajo de gabinete”, solitaria y en compañía durante el trabajo de campo, y sin embargo no cambiaría por nada esta forma de vivir y contemplar el mundo.
La profesión que uno “elige” se convierte en un elemento determinante para interpretar el mundo. Afortunadamente a un día extenuante de gabinete sigue uno de campo, así que para mañana estaré nuevamente explorando el mundo. En esta ocasión dejo unas cuantas fotografías muy simples e irrelevantes, tal vez como mi estad de ánimo, en un día pesado.
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