Hay amores que siguen cautivando con el pasar de los años. El tiempo trascurre y le seguimos mirando y nos preguntamos ¿que hemos hecho en esta vida-o en otra-para seguirnos encontrando? El amor nos invade al mirarle, y luego le decimos "adiós" en silencio cuando se va. Mil veces juramos alejarnos y dejarles seguir su camino, pero al tiempo vuelven y otra vez cruzan por el mismo camino. Los volvemos a encontrar. Extraños los destinos de seres tan iguales y tan diferentes que solo pueden estar juntos en la separación, y sin embargo no se separan. ¿Será que de verdad existen los destinos?
Hay amores limpios que nacen en la desgracia, que se acompañan un tiempo y luego se separan y distraen, se alejan con otra compañía y luego nos niegan. Hay amores que nacieron en tierra infértil y sin embargo se aferraron, desarrollaron raíces y dieron fruto, en donde había corazones que no valoraban el amor que les prodigaban. Y al paso del tiempo solo queda bendecirlos y dejarlos libres, y agradecerles estar un instante en nuestro camino, y suplicarles que recuerden promesas y mandatos divinos, y asegurarles que nos volveremos a encontrar en el camino.
Hay amores que son simples más que el agua, que no tienen mucho sabor, y que sin embargo apreciamos por la paz que con ellos se alcanza.
Hay amores que aspiran a más de lo que damos, y que por tanto no se conforman y se alejan buscando anclar su barco en otros mares, y con el tiempo vuelven al darse cuenta que buscaban lo que con nosotros tenían.
Hay amores infieles por naturaleza, traidores y sin embargo no mal intencionados, amores artistas que quieren vivir egoístas, que dejamos y rechazamos, no por menos preciar su encanto, si no porque preferimos la justa particularidad.
Hay amores que piden justicia y se aferran a lo que la sociedad determina, y sin embargo quieren ser libres. Amores interminables fieles guardianes, rudos y astutos, que se mantienen vigilantes, pero sensibles.
Hay amores que de amores se transforman en monstruos malditos, que destruyen, lastiman, desangran , martirizan, matan y luego esconden el puñal con que lastimaron, y ponen cara de victimas y dan la espalda después de haber asesinado a quien los amaba; eses amores suelen destruir y autodestruirse, encuentran su perdición en su propia maldad, porque quien a hierro mata a hierro muere.
Y hay amores que están por donde quiera, en madre, padre, hermano, mascota, en la luz, en la sombra, en el atardecer sobre los volcanes, en el anochecer en la pirámide, en las calles y el zócalo de la ciudad, en el atardecer y en la noche, en la amistad, en el que enseña, en el que aprende, en el compañero, en el que nos consiente, en el que nos sonríe, en el que llorando nos abraza, en el que nace, en el que mure, en el que sana, en el que enferma, en animales y seres humanos. Hay amores en lo más simple, banal, cotidiano y mundano, y en lo sagrado. Hay amores por donde vamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario